jueves, 27 de marzo de 2014

UN NUEVO AJUSTE

Por Gonzalo Getselteris*

"Quienes piden el ajuste, se equivocaron de Gobierno", Axel Kicillof, Ministro de Economía
“A la presidenta no la van a correr con el ajuste", Julio de Vido, Ministro de Planificación

Apenas está terminando el tercer mes de este 2014, y se volvió a anunciar un nuevo ajuste, pese a que se haya negado en el anuncio oficial. En este caso, el que afecta a los usuarios de luz y gas, a partir de la quita de subsidios. Y más allá de que lo nieguen, también representará un incremento en la inflación ya que repercute en los hogares y comercios, aunque no en las industrias.

Anunciado como “redistribución” por parte del gobierno, la quita del 20% de los subsidios, que podría llegar al 80%, para quienes se excedan en el consumo, lo cierto es que los aumentos representan entre 20 y 850 pesos de incremento, dependiendo del caso. 
El ajuste programado, ya que comenzará a regir el 1° de agosto (tradicionalmente, uno de los meses de mayor consumo de gas, especialmente el envasado, preferentemente usado por los sectores de menores recursos), castigará a todos aquellos que consuman, al menos, lo mismo que el año pasado, ya que solo se premia a quienes consuman desde un 5% a un 80% menos que en 2013. Es decir que, para obtener una reducción del aumento, deberá ajustarse el frío a las condiciones del bolsillo de las familias. Si el objetivo, como sostuvo el Ministro es “concientizar a la población”, ¿por qué no se la concientiza desde otro lugar que no sea el bolsillo, ya bastante vapuleado con el ajuste comenzado en diciembre de 2013 a través de la inflación, la liberación de tasas, los incrementos en transportes, comunicaciones, electricidad y combustibles?
Es loable que se destinen recursos a planes asistenciales, pero resulta contradictorio que se extraigan  de sectores que siguen siendo humildes. Cuánto más beneficioso sería que se extrajera de la renta sojera, de la minera, de la financiera, de la del juego o de tantas otras beneficiadas por una política fiscal laxa y que premia a quienes más tienen y castigan a quienes soportan, desde hace unos cuantos años, un ajuste tras otro…
Resulta curioso, por ejemplo, que, a la par de esto, en el MERVAL suba la cotización de las empresas eléctricas, saludando la iniciativa “redistributiva”, en función de que prevén un nuevo aumento pero, en este caso, la quita de subsidios no les afecta. 
Como en el caso de la electricidad antes, y ante la crisis energética, antes que caer nuevamente en el ridículo como Capitanich, quien amenazó con estatizar las empresas de electricidad cuando los cortes de luz del verano, en esta ocasión decidieron hacer una concesión a empresas que, como en años anteriores, reclaman de manera sistemática un aumento de tarifas, que, argumentan, están congeladas y ello les impide invertir y lastima sensiblemtne su equilibrio contable.
Si con subsidios, el servicio era precario, sin ellos las empresas pueden argüir, falsamente, un problema financiero “nuevo”, como antes lo han hecho las concesionarias de los transportes (en especial ferrocarriles) y de la electricidad, por no mencionar a otros servicios esenciales que también reciben cuantiosos subsidios (la educación es el caso más evidente, sobre todo en medio del paro docente).
Este nuevo recorte, que no apunta, de ninguna manera, a corroer la renta de las concesionarias de agua y gas, evidencia, nuevamente, los límites de un modelo que ha hecho de la transferencia de riqueza sistemática a los empresarios un paradigma, repartiendo masivamente recursos mínimos para el resto de la población. Los problemas de fondo para estos recursos esenciales (como también podría ser el caso de la electricidad o los transportes públicos) es su transferencia inmediata al bolsillo de los trabajadores, a partir de ser elementos indispensables que consume a diario, por lo cual necesariamente van a terminar generando un impacto inflacionario en un doble sentido. Suponer que el comercio no incluirá esos aumentos en los precios de venta al público es de una ridiculez criminal, por lo cual los usuarios deberán pagar, doblemente, el aumento de tarifas: en los productos que consume en los comercios, y en su propio hogar. 
Y ello, justamente, ayudará a profundizar la crisis, antes que a subsanarla: al no destinarse a emprendimientos productivos, sino a planes de asistencia social, retraerá, inevitablemente, a la economía en general. 

*miembro del Secretariado Nacional de la OLA miembro del Secretariado Nacional de la OLA