Por Gonzalo Getselteris
Las clases ya empezaron, es cierto, pero los docentes
enseñaron antes de que eso pase.
Nos enseñaron, por ejemplo, que un tema titular principal de
cuanto medio existe, puede olvidarse en unos cuantos días y cómo, junto con
ello, se pasa a ser demonizado.
Desde mediados de febrero, comenzaron a aumentar, en
cantidad y en agresividad, las noticias acerca del inicio de clases y el
“conflicto docente”. “Cuatro millones de chicos sin clases”, “los chicos son
rehenes políticos”, “los docentes no se conforman con nada”, “cobran 44 mil
pesos”, fueron algunos de los ataques, más o menos sutiles, dependiendo de
quién lo dijera, que se hicieron. “Yo estoy con la escuela pública, pero así le
están haciendo mal”, “pierden en relación a los que van a la escuela privada”,
fueron las comparaciones, de una bajeza extraordinaria, que se pudieron
escuchar en estos días. El problema no estuvo nunca en el terreno en discusión,
es decir, no se discutió nunca, en los grandes medios, sobre la cuestión
salarial, la estructura edilicia, las viandas, o la calidad educativa: se
discutió sobre la cantidad de horas de los docentes, sobre los días que
perdieron los pibes, sobre los piquetes de los docentes, sobre su
desobediencia… Y para muestra sobra un botón: por América, en el programa
“Animales Sueltos” de Alejandro Fantino, Luis Majul alegó que “mando a mis
hijos a la escuela privada para que no se reciban de piqueteros”. Incluso hoy
se los sigue castigando a partir de que no serán descontados los días de huelga
y que no se recuperarán los días “perdidos”. Nadie cuestiona, al día de hoy, la
postura de otros que no sea la de los trabajadores de la educación.
Nos enseñaron, por ejemplo, que con organización, con
claridad en la explicación, en conjunto con los padres, con la “comunidad
educativa”, es posible, incluso, imponer los tiempos. Dos órdenes judiciales
intentaron destrabar el conflicto, pero la respuesta fue contundente, porque el
reclamo era justo. No era obra de mentes iluminadas, ni de caprichos, ni
condiciones lujosas de trabajo: era una cuestión básica, que atravesaba, a la
vez que a los trabajadores de la docencia, a los trabajadores que envían a sus
hijos a la escuela pública.
Pero quizás, y para los docentes fue aún más claro, el papel
jugado por la burocracia. Y allí los docentes fueron un eslabón más en una
cadena que atraviesa a otros gremios.
Las burocracias sindicales han jugado a posicionarse, de
cara al recambio gubernamental de 2015. Y para ello han recurrido a distintas
estrategias:
Baradel, por caso, jugó a la interna kirchnerista suponiendo
que Cristina le había soltado la mano a Scioli. Al día siguiente de la
conferencia de prensa en que la presidente apareció junto al gobernador, este
hizo el ofrecimiento que terminaron aceptando. Como sienten los docentes, es
una traición descomunal, ya que solo suman 200 pesos al básico en septiembre,
ya que fueron ellos quienes bancaron el paro, quienes lograron masificar la
protesta, aclararle a los padres porqué paraban… y todo para que la burocracia,
como en otras ocasiones, venda la huelga para no quedar mal parado en la
interna. De manera inconsulta, para las cámaras, se apresuraron a adelantar el
levantamiento aún sabiendo que el ofrecimiento estaba muy lejos de las
demandas, y que, a su vez, solo contemplaba en parte uno de los puntos. Sobre
los comedores o la cuestión edilicia, por ejemplo, no se resolvió absolutamente
nada en concreto.
Pero no es el único ejemplo. Caló, por ejemplo, cerró la paritaria
de los metalúrgicos en un 26,5% en dos cuotas, casi la mitad de la inflación
esperable. El acuerdo fue rápido, para evitar tener que pegarse a Moyano y
Barrionuevo, diferenciándose aún más de quienes, en ese mismo juego, pretenden
llegar a 2015 de otra manera. Por supuesto que, en ese juego, Caló intenta
quedar mejor parado como conductor de la CGT oficialista a partir del cierre de
las paritarias por parte de “sus” gremios.
Moyano, junto a Barrionuevo, lanzaron un paro general para
el próximo 10, aunque, por las dudas, sin movilización. Pero tampoco es que se
plantea una medida de defensa de los trabajadores, sino un juego en el que, las
únicas que volverán a ganar serán las burocracias de los distintos colores. La
inmovilidad apunta a superar las propias deficiencias que tienen conducciones
desgastadas y expuestas, que, cada vez más, son vistas por los trabajadores
como entreguistas y jugando a un juego en el que son solo números a contar.
Ante un escenario de creciente inflación, proyecciones de recesión,
despidos y suspensiones selectivas, pretenden quedar bien y hacer una
demostración de fuerza a costa de la “no movilización”, mostrándose como
“controladores” de la paz social con los trabajadores para quien gane el año
próximo. El hecho más eleocuente para demostrar que es solo una puesta en
escena es la postura que tomaron con la propuesta de Luis Barrionuevo, quien
sugirió tres paros generales seguidos si no había respuestas. Todos lo
consideraron “excesivo”, desde Moyano hasta Maturano y Roberto Fernández.
Barrionuevo (lo aclaramos por las dudas) fue quien, en pleno
menemismo afirmó que, para que crezca el país, “tenemos que dejar de robar por
dos años”. Ayer por la noche, casi increíblemente, se superó. Ahora alcanza con
“treinta segundos”.
Mientras, quienes seguimos poniendo el cuerpo, somos los
trabajadores. Y, cuando de manera incipiente empezamos a organizarnos, a
avanzar con nuestros reclamos pese a las trabas que ponen comisiones internas
burocráticas, en complicidad con las dirigencias sindicales, tenemos que
hacerlo de manera clandestina, cuidándonos de no quedar “expuestos” ante la
patronal o ante la propia burocracia, que no quieren que nadie cuestione sus
agachadas, sus transas…
Pero, poco a poco, los trabajadores van superando las dificultades,
y ganando posiciones dentro de las comisiones internas, y empiezan a ser un
ejemplo imitado por otros.