Alberto y Leonardo
Santillán, padre y hermano de Darío, en la proximidad de un nuevo aniversario
de la Masacre
de Avellaneda que se llevó la vida de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán y
dejó un saldo de más de 30 heridos, denunciamos que a 11 años la impunidad
sigue vigente.
Si bien en su momento y a
través de la lucha conseguimos que los autores materiales, los que apretaron el
gatillo cobardemente contra manifestantes desarmados, madres con hijos,
jóvenes, contra Maxi, los que fusilaron por la espalda a Darío, fueran condenados
-aunque gozan de grandes privilegios- el poder político continúa impune,
amparado por acuerdos oscuros y complicidades perversas.
A 11 años ni Duhalde, ni
Fepile Solá, ni Juan José Álvarez, ni Alfredo Atanasof, ni Jorge Matzkin, ni
Luis Genoud, ni Oscar Rodríguez, ni Jorge Vanossi, ni Aníbal Fernández, ni el
difunto Carlos Soria, entre otros; fueron investigados por aquella Masacre, a
pesar no sólo de las sobradas pruebas de la existencia de un plan represivo con
reuniones previas, directivas y complicidades necesarias, una autoría
ideológica y responsabilidad política del asesinato de Darío y Maxi; sino
también de las reiteradas promesas vertidas por los sucesivos gobiernos, y la
del mismo gobierno kirchnerista que hoy ya cumple más de diez años en el poder
y que prometió, allá por el año 2003, “investigar hasta las últimas
consecuencias”. Es éste gobierno quien, en su doble discurso, se presenta como
garante de los Derechos Humanos mientras mantiene a Aníbal Fernández como
senador nacional y vocero de las políticas de gobierno, el que en su momento
apañara a Soria permitiéndole llegar a ser gobernador de la provincia de Rio
Negro en representación del Frente para la Victoria , el que permitiera que Juan José Álvarez
fuera por dos períodos consecutivos diputado nacional en alianza con el
kirchnerismo, y el que nombrara a Oscar Rodríguez como consejero en la embajada
argentina en Uruguay. Es el mismo gobierno que nunca abrió los archivos
de la SIDE y
que, ante la no investigación de aquella Masacre, termina siendo cómplice del
silencio y la impunidad.
En nuestro largo camino nos
queda la sensación de que una parte de nuestras vidas se desangró junto a Darío
y a Maxi aquel 26 de Junio de 2002. Pero, a la vez, hemos aprendido que la
lucha que impulsamos, como familiares y amigos, como compañeros, es también la
lucha que Darío parió hasta el último momento de su vida y el ejemplo a seguir
que nos dejó. Por eso seguimos peleando por justicia, contra la impunidad y por
la memoria y a la vez levantamos con orgullo la bandera de Darío y su ejemplo
de lucha, de amor y de entrega.
Pero hemos aprendido en
todos estos años que la lucha contra la impunidad no se expresa sólo en buscar
justicia por lo que paso aquel 26. Sabemos que luchar por Justicia es pelear
por que en este país no mueran más pibes por el gatillo fácil, porque la redes
de corrupción, trata y narcotráfico no se lleven la vida de nuestros hijos e
hijas, por que no queden impunes las muertes de las jornadas del 19 y 20, por
que el “Nunca Más” se haga cuerpo y aparezcan Luciano Arruga y Julio López, por
que se respete la vida de nuestros pueblos originarios. Darío sentenciaba ya
por aquellos años, frente al asesinato de Javier Barrionuevo en el año 2002,
“¿Cuántas muertes más quieren?”. Por eso es que nuestro compromiso, como
familiares sigue siendo el luchar por los Derechos Humanos de ayer y de hoy,
contra la impunidad en todas sus formas. No elegimos este lugar, pero asumimos
la responsabilidad que nos toca, por Darío, por Maxi, por un presente y un futuro
con Justicia, con igualdad y dignidad.
Sentimos también que este
camino, estas banderas, estas enseñanzas, no las aprendimos solos. Esa lucha
que parió Darío también dio nacimiento a miles de Daríos, a miles de hombres y
mujeres jóvenes que hoy se entregan como él lo hizo, que se organizan porque
sienten en lo más profundo, como él solía decir parafraseando al Che, cualquier
injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Esa
entrega, ese acto de amor, es el que nos renueva día a día y que nos inyecta la
vida necesaria para seguir adelante.
Nos enorgullece, ya a 11
años, seguir sintiendo a Dari en el caminar cotidiano, junto a los compañeros
que caminaron con él, en los pasos embarrados que miles de jóvenes continúan y
prolongan, en la miradas risueñas de doñas rebeldes y apasionadas. Seguimos
viendo a Darío en la bloquera de Lanús, en la toma de La Fe , que hoy ya es barrio, en
cada taller, comedor, asamblea. En ese abrigo y ese fuego que seguimos
encontrando, a pesar de tiempos mejores o peores, en el Frente Popular Darío
Santillán, en esos sueños que se organizan y que nos hacen creer que a pesar de
todo, se puede seguir luchando con alegría, se puede creer que la lucha no es
en vano, se puede construir poder popular. Allí es donde sentimos que cobra
fuerza ese ¡Presente! que gritamos y seguiremos gritando hasta el fin de
nuestros días.
Nosotros estamos acá porque
entendemos que es en donde se hacen cuerpo y se refleja lo que Darío hacia y
quería. “Nuestra revolución es subterránea”, nos decía. Hoy -como
siempre-, como nos enseñó, creemos que es tiempo de la unidad y el compromiso
sincero de todos aquellos que quieren y pelean por otra sociedad, otro
mundo que pueda albergar a un nuevo hombre y una nueva mujer. A pesar de los
desencuentros, los desvíos, que a veces vapulean nuestro horizonte. Nosotros
seguiremos luchando desde aquí, desde nuestro corazón de padre, de hermano, de
sobrino, de amigo, de compañero, y junto a los que hoy siguen sus pasos, hasta
el fin de nuestros días, y hasta que el último de los sueños por los que Darío,
Maxi y muchos más cayeron, se hagan realidad.
A 11 años Seguimos luchando y exigiendo Justicia
Por lo que Darío y Maxi nos enseñaron
Porque su ejemplo se
multiplica
Por sus compañeros que son nuestros compañeros, nuestros hermanos y nuestros hijos
Por sus compañeros que son nuestros compañeros, nuestros hermanos y nuestros hijos
Darío Santillán y
Maximiliano Kosteki, ¡Presentes! Ahora, ¡y Siempre!