En nuestro país las cosas
siempre han ocurrido así. Las clases dominantes, ensoberbecidas por una mal
disimulada arrogancia, resuelven todos los asuntos según su particular e
interesada visión de la realidad. Despreciando y desconociendo las
opiniones contrarias. Sus facciones, enfrentadas a veces por mezquinos
propósitos económicos y políticos, como sucede hoy con Uribe, se reconcilian
hermanadas cuando se trata de aplastar las mayorías que rechazan sus designios
rectores.
Aquí su palabra y sus cañones son la ley, lo único que vale y cuenta.
Por eso existe una previa elaboración de los diálogos de paz y sus resultados,
la que el gobierno concibió de antemano, sin considerar lo que pensemos
nosotros ni mucho menos la inmensa mayoría que puja por tomar parte en el
proceso, y a la que se amenaza con cárcel si llega a conversar con nosotros.
En San Vicente del Caguán,
en el acto de entrega de títulos de tierras a unas cuantas familias campesinas,
con el consabido recurso de acreditar a planes y programas de la actual
administración lo que en buena parte corresponde en verdad a viejas políticas
distintas, el Presidente de la
República dio parte de un millón seiscientas mil hectáreas
tituladas por su gobierno y más de ciento cincuenta mil víctimas
reparadas. De ese modo aparece como el gran benefactor que materializa
sus proyectos legislativos de redención social. Ni una sola voz de los
millones de desterrados o víctimas fue consultada por el Estado acerca de las
leyes con que se pretendía favorecerlos. No se trataba de eso, sino de atender
otra clase de conveniencias.
Santos las puso en evidencia
al decirles que ahora podrán acudir a los bancos, para que les presten, en
adelante se llamarán sujetos de crédito. Su intención es convertirlos en
grandes productores de alimentos para el mercado mundial, tal y como lo
recomienda la FAO ,
la entidad mundial que jamás ha podido solucionar las hambrunas en África, Asia
o Haití, pero que en cambio ha servido para implementar la globalización del
mercado de alimentos en beneficio de grandes corporaciones. La historia de la
lechera es antigua, la pobre soñaba con una enorme fortuna hasta que el
tropiezo la trajo a la triste realidad. Esos campesinos deberán asociarse con
grandes capitales para producir lo requerido, y endeudarse. Serán los seguros perdedores.
Su suerte me recuerda a Las uvas de la ira, la famosa novela de John Steinbeck.
Arroceros, cañeros,
cafeteros, gremios poderosos que alguna vez lideraron la economía, enfrentan
hoy duras realidades y el gobierno se niega a atenderlos. No son su prioridad.
Lo más indicado para ellos, al decir de los expertos, es buscar nuevas
actividades productivas en que las puedan ser competitivos. Cuestión de las
leyes del mercado, se trata de flexibilizar y tener iniciativa. Ese
lenguaje de Santos para los campesinos, de alejar las diferencias, trabajar
juntos, rápido, ir de la mano para lograr los objetivos de prosperidad y
empleo, rememora la cálida palabrería con la que desde la antigüedad los
avarientos han embolatado al pobre infeliz al que se aprestan a privar de sus
centavos. El negocio será para los grandes banqueros y consorcios, son sus
intereses los que representa el gobierno. No nos digamos mentiras, Santos.
No puede resultar
indiferente para nosotros que el Presidente de la República que desde el
comienzo mismo de su gobierno buscó contactarnos para dialogar de paz,
argumentando que reconocía buena parte de justicia en nuestras reclamaciones,
aunque no los métodos que empleábamos para hacerlas, se presente a San Vicente
un 20 de febrero, rememorando el fin de los diálogos del Caguán, en una acto
calificado por él mismo como doblemente simbólico, para denostar de todos los
modos posibles contra las FARC y sus comandantes más queridos, sin hacer la más
mínima mención al proceso de paz que se cumple con su gobierno en La Habana. ¿Es que acaso al
calificar de experiencia triste y muy lamentable aquel esfuerzo frustrado de
reconciliación, sintió vergüenza y horror de referirse a las actuales
conversaciones?
Creíamos que Santos era
sincero al manifestar que soñaba con pasar a la historia como el Presidente que
consiguió la paz para Colombia. Lo mandó a decir de tantas maneras, dio tantas
muestras de querer en realidad alcanzarlo, que su comportamiento y sus palabras
en San Vicente del Caguán nos han dejado perplejos. Ni una sola vez mencionó la
que consideró bandera fundamental de su gobierno, en cambio pudiéramos decir
que pareció el vivo retrato de su paso por el Ministerio de Defensa en la
administración Uribe, el viejo maestro del Pinzón de hoy. ¿Es esa la forma como
se crea un ambiente propicio para el proceso y los diálogos? ¿Así es como el
gobierno nacional aporta su cuota a la reconciliación, Santos?
Eso de que las FARC hemos
arrebatado no sé cuántas hectáreas a no sé cuántos miles de campesinos, así como
toda la cantaleta con relación a que estamos obligados a darle cara a las
víctimas del conflicto, como si alguna vez hubiéramos manifestado nuestra
negativa a hacerlo, podemos solucionarlo de un modo sencillo y práctico.
Conformemos una comisión de alto nivel, integrada por delegados de las FARC-EP
y el gobierno nacional, con participación de gremios y diversas organizaciones
sociales, con los garantes que sean necesarios, para que en Colombia, en
condiciones de seguridad, se encargue de visitar y verificar la situación real
de los predios que se dicen arrebatados por nosotros. Y que convoque a todas
las posibles víctimas para atender a sus casos y precisar responsabilidades.
Pero que se convoquen
también las víctimas del Estado, los desterrados por el Ejército y los grupos
paramilitares. Y se aclare también lo mismo. Y cada quién responda. Podemos
discutir en la Mesa
de Conversaciones, con participación del país, la atención que deben merecer
los informes finales. Diversas personalidades internacionales, Estados y
organizaciones regionales han manifestado su apoyo al proceso de paz en
Colombia. Con todos estamos sinceramente agradecidos. Por eso nos parece
oportuno que el Presidente Jimmy Carter, el ALBA, UNASUR, la CELAC y los que proponga el
gobierno, tomen parte en la comisión mencionada. Si bien es cierto que en la Mesa se han adelantado
importantes avances de acuerdos, las actitudes oficiales que con los pretextos
mencionados se repiten, amenazan con hundirlo en un pantano. Saquémoslo de ahí,
ya, Santos.La tan estrecha y calculada concepción del proceso apunta a
ahogarlo. Salvémoslo.
*JEFE DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP Montañas de Colombia, 21 de febrero de 2013