Por Gilad Atzmon-Gilad.com
Traducción para Rebelión de
Loles Oliván.
La mayoría de comentaristas
de la política israelí no consigue ver que las nociones de izquierda y derecha
resultan bastante irrelevantes para entender la política israelí. Israel se
define a sí mismo como el Estado judío y, efectivamente, según pasan los años,
Israel se vuelve cada vez más judío. Naftali Bennett, que por un momento
pareció ser la estrella ascendente en estas elecciones, se ha dado cuenta de
esto muy bien. Ha reinventado lo del hogar judío en un partido político que
ensalza la aspiración de Israel de cumplir su verdadero destino judío. Prometió
a sus seguidores que pueden vivir como elegidos en su Estado solo para judíos
independientemente de consideraciones éticas o morales.
Pero es la mayoría de los
judíos que participan en el juego político israelí, si no todos, los que están
comprometidos con el sueño del “Estado judío”. Por supuesto, difieren en
algunas cuestiones prácticas y pragmáticas menores, pero en lo esencial están
nítidamente de acuerdo. Aquí va un viejo chiste israelí: un colono israelí
propone a su amigo de izquierdas: “El próximo verano tenemos que poner a todos
los árabes en autobuses y sacarlos de nuestra tierra”. El izquierdista: “Vale,
pero asegúrate de que los autobuses tengan aire acondicionado”.
En Israel no hay halcones ni
palomas. En su lugar, todo lo que tenemos es un leve debate entre unas escasas
interpretaciones sobre tribalismo judío, nacionalismo y supremacía. Algunos
judíos quieren estar rodeados de imponentes muros de gueto —les gusta, les
resulta acogedor, se sienten seguros—; otros prefieren confiar en el poder de disuasión
de las FDI. Algunos apoyan el uso excesivo de fósforo blanco, a otros les
gustaría ver a Irán deshecho.
El supuesto de que existe
una división política en Israel es sólo un mito que a los goyim les gusta
tragarse porque hace el efecto de que es posible un cambio político e incluso
una transformación espiritual. Pero la verdad terrible es que cuando se trata
de los fundamentos reales, los israelíes están bastante unidos: la dirigente
laborista Shelly Yachimovich y la criminal de guerra Tzipi Livni estaban entre
los que se apresuraron a apoyar la Operación Columna de Nube de Netanyahu. Yair
Lapid, líder del segundo partido más grande de Israel, también identificado
como izquierda centrista, no rechazaría un puesto ministerial de Benjamin
Netanyahu. Meretz, que aun siendo un partido sionista, es el único partido
judío de Israel que tiene siquiera el vestigio de un pensamiento ético y
universal y valores de igualdad, cuenta tan solo con 6 miembros en una Knesset
de 110 diputados judíos.