El viejo apotegma según el
cual en política 2 más 2 nunca da cuatro, tuvo en las municipales venezolanas
del 8 de diciembre una expresión burlona para quienes daban por sentado que el
chavismo tenía la batalla perdida.
Contra todo pronóstico,
incluidos los propios de algunos analistas serios del PSUV y del movimiento
bolivariano, la derecha recibió una paliza tan inesperada como dolorosa.
Una suma bien combinada de
razones explican una victoria tan chavista, como sorprendente para el mismo
gobierno. Las causas, a pesar de lo que indica el sentido común, no nacieron
con las medidas radicales del mes de noviembre contra la especulación, aunque
estas fueron como el catalizador de un estado de conciencia electoral dentro y
fuera del chavismo. Mucha gente común, chavista y de la otra, siente que en los
últimos 9 meses se conformado un nuevo gobierno, nacido con la debilidad inevitable
dejada por la muerte del líder, pero con una virtud: supo dar continuidad a las
reformas sociales progresivas que caracterizan al chavismo.
La cara inversa de la
victoria chavista es la derrota de Capriles Radonski, la figura central de la derecha
electoral venezolana desde febrero de 2012 y el conductor asumido de la campaña
de la MUD para el 8 de diciembre.
Como señala el diplomático
venezolano, Arévalo Méndez Romero, “Resulta ser que el deslegitimado no fue el
gobernante (Maduro) sino el opositor aspirante (Capriles)”.
Efectivamente, La
ratificación de Antonio Ledezma, un hombre de la centroderecha, al frente de la
Alcaldía Metropolitana de Caracas y la ratificación del exchavista Henry Falcón
en el Estado Lara, el tercero más poblado, convierte a ambos líderes en los nuevos
referentes de la derecha venezolana.
Eso tiene un simple
explicación. Bajo el liderazgo de Capriles la oposición ha sufrido 4 derrotas
seguidas en apenas 15 meses de reinado. Ya se huelen los vapores de una lucha a
cuchillo entre Primero Justicia, liderada por el diputado preferido de la CNN, Julio
Borges, Leopoldo López el joven amiguito de Uribe Vélez, Antonio Ledezma, viejo
cuadro adeco, y María Corina Machado, la asidua visitante del edificio situado
en Langley, Virginia. Todos van por la sucesión de Capriles. Aunque Capriles
decida retirarse inerme, lo único seguro es que ha cambiado el clima para la
derecha criolla. Pesados nubarrones sombrean su horizonte.
Una primera conclusión en un
análisis que trascienda la estadística electoral, señala que la gobernabilidad
de Nicolás Maduro, nacida débil, muy débil, ha logrado superarse a sí misma con
una victoria política que deja atrás por los menos dos sombras amenazantes.
Una, que sin Chávez el
chavismo desparecía. Esta fue la versión más sólida lanzada a mediados de 2012
y sostenida por profetas tarifados como Vargas Llosa, Oppenheimer,
Malamud, Petkoff, Naim. Dos
más dos no les dio cuatro y ellos no se enteraron. El luto por Chávez puede
continuar, pero fue superada la inmovilidad pesadumbrosa por una energía renaciente.
Luego de un resultado electoral pobre en las presidenciales de abril, para ellos
era previsible una caída mayor del voto chavista en las municipales de
diciembre, apostando a que los 9 meses transcurridos disiparan el duelo.
La otra sombra es más
espesa. Ellos apostaron al caos como estrategia, en el mismo sentido al que inició
el desbaratamiento del gobierno de Salvador Allende. La suma de una alta
inflación con devaluación dislocadora, desabastecimiento provocado y especulación
desquisiante del salario familiar, además de apagones y el asesinato de 21 jóvenes
militantes bolivarianos entre abril y octubre, sería suficiente para
desentusiasmar la campaña, crear miedo, desazón y congelar cientos de miles de
votos chavistas.
Resultó lo opuesto. La
acción gubernamental se sobrepuso al trauma del comienzo sin Chávez, contuvo y
doblegó la asonada violenta de abril, asumió la ansiada batalla contra la
corrupción, se apoyó en el poder popular para buscar la fórmula de un Estado Comunal,
y en noviembre adoptó medidas radicales contra los especuladores comerciales y
estafadores dolarizados.
La amplia difusión del Plan
de la Patria en barrios, fábricas y comunas, generó una sensación colectiva,
sobre todo en el universo social bolivariano, de que el Gobierno y Maduro
tienen un norte definido, una hoja de ruta para la gobernabilidad. Saben lo que
quieren y saben como hacerlo. Las medidas radicales de noviembre fueron la
señal.
Los datos del triunfo y el riesgo del triunfalismo
El primer dato relevante de
los resultados no son los resultados, sino la participación popular en los
comicios. Alcanzó al 58,92% del total del padrón electoral en un país donde el
voto es constitucionalmente voluntario. Fue superada la racha de abstención
previas que en algunas casos superaron el 60% del padrón.
El Gran Polo Patriótico,
nombre de la alianza del PSUV con otros movimientos
bolivarianos, logró el 76 %
de las alcaldías: 255 de las 335 disputadas. El PSUV se bastó a si mismo para
obtener medio millón de votos mas que toda la MUD, compuesta por 12 fracciones
de la burguesía opositora. El chavismo ganó en el 63 % de las capitales estatales
y en 30 ciudades, o sea, el 75 % entre las 40 más pobladas del país.
El chavismo ganó con un
millón de votos de diferencia sobre la MUD, sumando el medio millón (5,5%)
aportado por los partidos y movimientos bolivarianos aliados al PSUV en el Gran
Polo Patriótico. La suma significó 6.332.716 de votantes a favor del chavismo.
Esta suma se acercó al
récord histórico obtenido en las presidenciales de 2006 y se emparentó con lo
alcanzado el año 2012. Si consideramos que desde 2007 se verifica una tendencia
decreciente de la masa votante por el chavismo, las municipales frenaron esa
tendencia y abre la posibilidad de cambiar su curso. Definitivamente las
mayorías populares venezolanas se politizaron.
La conseguido en número de
votos, siendo bastante, es inferior al valor cualitativo, políticamente
emocional, que significa haber superado el susto de abril. La alianza socialista
alcanzó el 55 % de los votos nacionales contra 45% de la derecha. Son 10 puntos
netos de ventaja, suficiente para sepultar el 1,8 obtenido en las
presidenciales.
Uno de los datos mejor
guardados es que el chavismo ganó 15 de las 21 alcaldía del Estado Miranda,
gobernada por Capriles Radonski. Esa nueva relación de fuerzas institucional
abre la posibilidad de un un proceso revocatorio al Gobernador a mitad de su mandato.
En el Estado Aragua, un
bastión tradicional del movimiento bolivariano, tan céntrico como industrial,
el Gran Polo Patriótico ganó 15 de las 18 alcaldías, dejando a la derecha arrinconada
donde más había sumado cuadros en el último tiempo. Cerca de Aragua, enel
estado Cojedes el chavismo ganó los 9 municipios, o sea, todos. Esa misma señal
se verifica en el mapa de las 12 ciudades medianas, con poblaciones que van de
las 100 mil a las 200 mil personas. En ellas, los bolivarianos ganaron 11
alcaldías, la derecha ganó solo 1.
Otro dato de interés fue
Caracas, donde funcionan dos Alcaldías. Durante la campaña la disputa parecía
ser por la Alcaldía del populoso Municipio Libertador, gobernada por el chavista
Jorge Rodríguez. Pues tampoco dio cuatro la suma de los factores. La verdadera disputada
fue la Alcaldía Metropolitana, en manos de la derecha. Allí la figura emergente
y refrescante del periodista Ernesto Villegas, ex Ministro de Comunicaciones,
le dio un susto al adeco Antonio Ledezma, quien se sentía indisputado.
La gente vota por algo
Contra lo que sugieren las
apariencias, no fue la campaña electoral lo más relevante, sino el contenido
social de lo votado por los casi seis millones y medio de venezolanos que dijeron
si a los candidatos del gobierno.
La suma de las reformas
sociales del último año, más la consolidación de un gobierno sin Chávez, al que
daban por moribundo, fueron suficientes para soportar adversidades ciertas como
los apagones, el ocultamiento de alimentos y otros productos, la inflación y la
devaluación.
En una elección donde la
gente decide por sus autoridades locales más cercanas, más con la piel
cotidiana, que con el peso del discurso, las consignas o la figura
presidencial, asume importancia recensar algunos datos sociales clave.
En marzo de este año comenzó
a aplicarse la nueva Ley orgánica del Trabajo que rebajó a 40 horas semanales
la jornada laboral. En los últimos 2 años, más de 500 mil nuevos pensionados no
cotizantes, comenzaron a recibir sus pensiones mensuales, con un salario
equivalente al mínimo nacional. El salario mínimo fue incrementado por Ley en más
de 30%. En ese mismo lapso, iniciaron su funcionamiento los primeros núcleos farmacéuticos
que proveen distribución gratuita de medicamentos de alto precio para tratamiento
de enfermedades complejas.
En zonas populosas de
Caracas, Mérida y Barquisimeto se inauguraron nuevos sistemas de transporte
masivo, como cable-carril, tren, metro-cable, trolebús y la segunda línea del metro
de Los Teques, una ciudad montañosa al lado de Caracas.
Estas reformas progresivas
en la vida cotidiana de la gente fueron registradas en un informe de la CEPAL
(Comisión Económica para América latina), publicado apenas 5 días antes de las
elecciones. La CEPAL certifica que Venezuela fue el país más exitoso en la
reducción de la pobreza en América latina. En Agosto de 2013, la FAO (Food and Agriculture
Organization/ONU) hizo un reconocimiento oficial al Estado venezolano por haber
sido el país que más avanzó en el combate al hambre.
Ni la CEPAL, ni la FAO, y
menos el Papa, son sospechosos de chavismo, pero sus expresiones sirven para
confirmar el signo social más profundo contenido en el voto del 8 de diciembre.
Seis días antes de las
elecciones, al Papa Francisco se le ocurrió decir en un discurso de sorprendente
similitud con la discursiva chavista, que el capitalismo se ha vuelto salvaje y
cruel. Cualquier vecina venezolana podía verificarlo cuando iba a comprar
productos inflados en precios hasta el 1.200%, o simplemente desaparecidos de
las alacenas.