“Los últimos soldados de la Guerra Fría ” de
Fernando Morais, permite asomarse a una historia que el Imperio se empeña en
sepultar en las tinieblas.
Es una crónica verdadera que
nos acerca a las hazañas de cinco jóvenes que sacrificaron sus vidas para
salvar a su pueblo. Para escribirla su autor dedicó incontables horas a la
investigación, estudió miles de páginas, entrevistó a muchas personas, trabajó
con ahínco durante largos meses.
Gerardo, Ramón, Antonio,
Fernando y René aparecen aquí como lo que son, héroes de carne y hueso, con su
plena dimensión humana siempre próxima al lector.
En estos días sale la
primera edición norteamericana y así ésta será una muy importante contribución
a la lucha por la liberación de nuestros compañeros.
No voy abundar sobre el
contenido del libro. Los invito a leerlo. Cuando empiecen a hacerlo no podrán
detenerse hasta el final atrapados en la magia de un artista excepcional. Recuerden
siempre, sin embargo, que nada aquí es ficción.
Fernando no necesitaba este
libro. Es uno de los escritores más exitosos, publicado en el mundo entero,
traducido a todas las lenguas, sus textos, también trasladados a la
cinematografía, llegan a millones de personas.
Él no lo requería para
asentar su fama. Es al revés. Los Cinco necesitaban este libro, imprescindible
para que la verdad avance, la solidaridad crezca y se acerque el día de la
libertad.
Fernando se embarcó en la
monumental faena para redactarlo porque por encima de todo él es un gran compañero,
que nunca le ha fallado a nuestros pueblos, que siempre ha puesto su inmenso
talento del lado de la justicia.
Este libro es un desafío a
los lectores, Después de leer esta historia de altruismo, amor y entrega a los
demás, nadie con decoro puede quedar con los brazos cruzados. Sus páginas son
un llamado a la acción al que los jóvenes tienen que responder.
Según José Martí “los
estudiantes son el baluarte de la libertad y su ejército más firme”. Así ha
sido a lo largo de la historia de Cuba. Esa tradición gloriosa, ininterrumpida,
plantea un reto muy claro a los universitarios de hoy respecto al caso de
nuestros compañeros, todos ellos forjados en nuestras aulas, que pronto
cumplirán quince años de injusta prisión por defender a todos los cubanos del terrorismo
promovido por Washington contra esta isla y su pueblo.
¿Cómo ser verdaderamente
baluarte y ejército en la batalla para liberar a Gerardo, Ramón, Antonio y
Fernando? En primer lugar hay que apreciar objetivamente la situación, evaluar
exactamente las fortalezas y debilidades de los contendientes, diseñar una
estrategia adecuada y sobre todo luchar consecuentemente hasta la victoria.
Nuestra fortaleza principal
es la total inocencia de los compañeros y la complicidad con el terrorismo de
quienes los acusaron y condenaron en una farsa judicial cuyo único propósito
fue justificar las acciones terroristas contra Cuba y defender abiertamente a
los terroristas. Todo está perfectamente registrado en documentos oficiales que
pueden leerse en el expediente titulado “Estados Unidos versus Gerardo
Hernández et al” de la
Corte Federal del Distrito Sur de la Florida.
Nuestra principal debilidad,
y la más obvia, es que lo que acabo de decir lo conocen muy pocos en Estados
Unidos. Y no es por casualidad. El gobierno de ese país se ha encargado de
cubrir el caso de los Cinco con la más férrea censura. Lo hace porque si el
pueblo norteamericano supiera la verdad descubriría que quienes lo gobiernan
son cómplices del terrorismo y porque si accedieran a esa verdad surgiría un
movimiento de solidaridad realmente amplio y poderoso que lo obligaría a
liberar a nuestros compañeros.
Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo
perforar el muro de silencio que rodea este caso?
No habría tiempo para
referir las incontables violaciones y los numerosos ocultamientos que han
acompañado a este interminable proceso judicial que incluye el juicio más largo
de la historia de Estados Unidos. Me concentraré en algunos aspectos claves.
Gerardo, Ramón, Antonio y
Fernando están a la espera de que la jueza Lenard –la misma que los sentenció
inicialmente- se pronuncie sobre sus apelaciones extraordinarias, o habeas
corpus, el último recurso legal de que disponen. Es una batalla compleja,
difícil, imposible de ganar si no va acompañada por la solidaridad, si no se
libra también fuera de la sala del tribunal, si en ella no participamos
nosotros, los que no estamos presos.
El elemento común de los
cuatro recursos es la conspiración del Gobierno con medios locales y
“periodistas” de Miami a los que financió y dirigió para desatar una intensa
campaña de odio contra los acusados presionando y amenazando a los miembros del
jurado hasta hacer imposible un juicio justo. Ese ambiente fue caracterizado en
2005 por el panel de la Corte
de Apelaciones de Atlanta como “una tormenta perfecta de prejuicios y
hostilidad” que lo llevó a anular el juicio.
En el 2006 se descubrió que
la acción de esos “periodistas” era obra del Gobierno. Desde entonces, hace
siete años, organizaciones de la sociedad civil norteamericana están reclamando
al Gobierno que revele el alcance de la conspiración. Igual exigencia
fundamentan los habeas corpus. El Gobierno insiste tercamente en su
ocultamiento. Y la prensa, al silenciar esta puja, se hace cómplice de los
conspiradores.
El habeas corpus de Gerardo
incluye, además, otras cuestiones de especial importancia. Por una parte se
reitera la cuestión del ocultamiento y la manipulación de las evidencias
presentadas contra él para acusarlo falsamente de “conspiración para cometer
asesinato en primer grado”, infame calumnia por la que fue castigado a morir en
prisión. No es la primera vez que la defensa solicita acceder a las supuestas
“pruebas”. Lo viene haciendo desde que comenzó el juicio en Miami hace ya
quince años. Ahora solicita también que se le conceda a Gerardo una audiencia
en la que pueda refutar directamente el infundio levantado en su contra.
Su demanda incluye la
exigencia al Gobierno a que entregue las imágines tomadas por sus satélites
espaciales sobre el incidente del 24 de febrero de 1996, suceso que fue
utilizado maliciosamente para fabricar la “conspiración para asesinar”.
Independientemente de que el
propio gobierno se vió obligado a reconocer que carecía de pruebas para
vincular a Gerardo con ese incidente, la negativa de Washington a mostrar las
imágenes es muy ilustradora. Desde 1996 se ha negado a que nadie pueda verlas.
Se lo negó a la
Organización de Aviación Civil Internacional, al Consejo de
Seguridad de la ONU
y al Tribunal de Miami. Ha rechazado las diversas gestiones de prestigiosas
instituciones norteamericanas. ¿Cómo explicar semejante tozudez? La única
explicación posible a estas alturas, 17 años después del hecho, es que el
incidente ocurrió en territorio cubano y en consecuencia el tribunal
norteamericano nunca tuvo jurisdicción al respecto.
Washington puede actuar así
porque ha tenido siempre la complicidad de los medios de comunicación.
Ahora mismo, en vez de
enseñar las evidencias que oculta, la Fiscalía ha pedido la eliminación de la parte
sustancial de la apelación presentada por Gerardo. Pero esta insólita acción
tampoco ha sido noticia.
Entonces, ¿qué hacer?
Esperar a que las grandes
corporaciones mediáticas divulguen la verdad sería, por decir lo menos,
ingenuo. O lo hacemos nosotros, los que estamos comprometidos con esta causa, o
no lo hará nadie.
¿Cómo hacerlo?
Utilizando todos los
instrumentos a nuestra disposición, los tradicionales y los que ofrecen las
nuevas tecnologías, para diseminar la verdad y explicarla, más allá de la
retórica, con lenguaje claro y directo, con argumentos comprensibles para
cualquiera.
Los más convincentes, los
que nadie puede refutar, los que prueban la terrible injusticia cometida contra
nuestros compañeros, constan en documentos oficiales de las propias autoridades
norteamericanas. Usémoslos.
En esos documentos se
demuestra que los Cinco no cometieron delito alguno y que el proceso realizado
contra ellos tenía un solo propósito que era el de apoyar a los terroristas
cuyas acciones criminales nuestros hermanos trataron de evitar. Lo dijeron una
y otra vez, con sus propias palabras, fiscales, testigos, expertos y jueces.
¿Dónde y cómo lo dijeron?
Recordemos algunos momentos
especialmente esclarecedores:
1) Las actas acusatorias
presentadas por la
Fiscalía. En la primera no se menciona el incidente de las
avionetas del 24 de febrero de 1996. En la segunda, siete meses más tarde, se
agrega la infame y burda calumnia contra Gerardo. En ambas Actas se señala que
el FBI conocía de las actividades de Gerardo varios años antes de aquel
incidente y sabían, por tanto, que nada tuvo que ver con ese asunto. Esa vulgar
patraña fue incorporada arbitrariamente a solicitud expresa de los terroristas
que para ello desplegaron una intensa campaña difamatoria con los “periodistas”
pagados por el Gobierno.
2) Las declaraciones y
mociones de la
Fiscalía. Desde su presentación inicial al abrirse el juicio
hasta sus peticiones de sentencias y a lo largo de las sesiones del tribunal, la Fiscalía manifestó muchas
veces su empeño por proteger a los grupos terroristas y castigar con dureza a
los acusados por su lucha pacífica, sin armas, contra esos grupos.
3) Declaraciones de la
jueza. En varias ocasiones la jueza reconoció la existencia de grupos
terroristas en Miami y que el “delito” de los acusados había sido su actuación
contra esos grupos y accedió a la petición del Gobierno no sólo imponiendo las
más severas sanciones sino además condiciones especiales adicionales para que
después de haber cumplido sus términos de prisión los acusados no pudieran
nunca más intentar nada contra los terroristas. Tan insólita condición le fue
reiterada por la jueza a René González al salir éste de la prisión en octubre
de 2011.
4) Declaraciones de testigos
y expertos. Fueron varios los testigos y especialistas, algunos llevados por el
Gobierno, que testimoniaron, bajo juramento, que los acusados no habían hecho
nada contra la seguridad nacional de Estados Unidos y que en este caso no había
habido ni intento de espionaje. Eran generales, almirantes y otros altos
oficiales en retiro de las fuerzas armadas norteamericanas. Uno de ellos, el
Coronel Bruckner, propuso que fueran presentadas las imágenes satelitales sobre
el incidente del 24 de febrero de 1996, algo que fue rechazado vigorosamente
por la fiscalía con el apoyo de la jueza. Otro fue el General Clapper quien es
hoy, nada más y nada menos, que el Director Nacional de Inteligencia, la más
alta autoridad del Gobierno en esa materia.
5) Moción de emergencia para
modificar el Cargo Tres. La presentó la Fiscalía a fines de mayo de 2001 cuando el juicio
llegaba a su conclusión reconociendo que estaba dando un paso sin precedente en
la jurisprudencia norteamericana. En esencia pedía modificar sustancialmente el
Cargo Tres (“conspiración para cometer asesinato en primer grado”) ya que “a la
luz de las pruebas presentadas en el juicio ése es un obstáculo insuperable
para la Fiscalía
y puede conducir a su fracaso”. A pesar de eso Gerardo fue declarado culpable y
le fue impuesta la máxima sanción posible por un supuesto delito que él no
cometió y por el cual ya no era acusado. Este resultado es prueba irrefutable
de que estaba condenado de antemano y que en Miami era imposible un juicio justo
para él y sus compañeros.
6) Decisión del panel de la Corte de Apelaciones de
2005. Fue una decisión unánime de los tres jueces. Contiene abundante
información sobre las actividades terroristas contra Cuba y un análisis sólido
sobre el ambiente creado por los medios locales en Miami que definieron como
“una tormenta perfecta de prejuicios y hostilidad” que los llevó a anular el
juicio. Aunque, ante presiones del régimen de W. Bush, esta decisión fue echada
a un lado, en votación dividida, por el pleno de la Corte , se trata de un
documento de importancia excepcional y es objeto de estudio en varias
Facultades de Derecho de universidades norteamericanas.
7) Decisión de la Corte de Apelaciones en 2008
anulando las sentencias respecto al Cargo Dos (“Conspiración para cometer
espionaje”) y ordenando las resentencias de Ramón, Antonio y Fernando. Aunque
excluyó arbitrariamente a Gerardo, pese a reconocer que también era aplicable a
él, este documento tiene la importancia de que reitera, en varias ocasiones, que
en este caso no hubo nada que amenazara la seguridad nacional de Estados
Unidos, que no existió intento de espionaje y que las sentencias originalmente
dictadas eran excesivas y contrarias a la ley.
8) Las peticiones de
sentencias de la
Fiscalía. Además de solicitar en todos los casos penas de
prisión desmesuradas e ilegales, como determinó después la Corte de Apelaciones, la Fiscalía insistió en algo
que señaló era para ella tan importante como los términos de encarcelamiento.
Se trata de la llamada “cláusula de incapacitación”, las medidas a imponer a
los acusados para asegurarse de que, una vez cumplida la sanción carcelaria,
cuando recuperasen la libertad no pudiesen volver a intentar nada en perjuicio
de los terroristas. Tal cláusula fue incluida en todas las sentencias incluso
en las de quienes fueron condenados a prisión perpetua. En los casos de Antonio
y de René, que eran ciudadanos norteamericanos por nacimiento, la jueza la
expresó así: “como una condición adicional especial para la libertad supervisada
se le prohíbe al acusado acercarse a/o visitar lugares específicos donde se
sabe que están o frecuentan individuos o grupos tales como terroristas,
personas que promueven la violencia y figuras del crimen organizado”. Como se
indicó antes, esta increíble restricción le fue reiterada a René al salir de la
cárcel en octubre de 2011.
9) El voto disidente de
Phillys Kravitch argumentó de modo irrebatible contra el Cargo Tres insistiendo
que el Gobierno no presentó prueba alguna de que Gerardo hubiese tenido
cualquier relación con el incidente del 24 de febrero ni con nada parecido.
10) La reciente moción del
Gobierno para eliminar una parte sustancial del habeas corpus de Gerardo. La Fiscalía pretende hacer
desaparecer la declaración jurada de su abogado Martin Garbus y sus anexos con
cuantiosa información sobre los periodistas pagados por el Gobierno. En su
escrito la Fiscalía
reconoce que su petición es muy inusual pero prefiere evitar una discusión
sobre el fondo del planteamiento de la defensa.
Estos diez aspectos brillan
por su ausencia en los medios de comunicación. Es raro encontrarlos en los
llamados medios alternativos, incluso en espacios que se suponen dedicados a
los Cinco.
Debemos preguntarnos
sinceramente si hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance para permitir a
los norteamericanos acceder a estas verdades que Washington celosamente
esconde. Tratemos de responder la pregunta de los niños de la Colmenita : “¿Y ahora qué
más podemos hacer?”.
Palabras en el acto
celebrado en el Instituto Superior Politécnico
“José Antonio Echeverría” en
la Jornada
cinco días por los Cinco.