El
Consejo Guardián (de la constitución islámica de la República Islámica
de Irán) dio a conocer la lista de ocho candidatos a la presidencia de Irán que
competirán por ella en las próximas elecciones a realizarse el 14 de junio
próximo, Dios mediante. Primero, es necesario explicar que el Consejo Guardián
en el sistema de gobierno de la República Islámica , tiene varias funciones, por
ejemplo, la de supervisar que la leyes que son aprobadas en el Parlamento no se
contradigan con el Islam; supervisar que quienes se inscriben para
candidatearse a la presidencia cumplan con los requisitos legales y con las
condiciones para poder ejercer dicho cargo ejecutivo; por último, supervisar lo
referente a las elecciones y su transparencia. El Consejo Guardián está
compuesto por doce juristas expertos, seis elegidos por el líder de la República y seis
juristas elegidos por el Ministerio de Justicia. Este organismo no es nuevo,
siempre cumplió sus funciones desde que el sistema de la República Islámica
fuera refrendado por la mayoría del pueblo iraní tras el triunfo de la Revolución Islámica
que en 1979. Dicha Revolución destronó al Sha, el Rey de Persia, un títere
puesto por la CIA
después del golpe de estado en 1953, al gobierno de Mossadeq que nacionalizó el
petróleo iraní. Los norteamericanos lo reconocieron muchos años después, en
tiempos de Clinton. Por supuesto, no resarcieron los daños.
A
las personas occidentales acostumbradas a los sistemas de gobierno republicanos
les parecerá raro la existencia de un organismo “guardián” de la constitución
(mal no nos vendría en muchos de nuestros países occidentales contar con algún
cuerpo de notables que complemente a las insuficientes garantías que ofrece la
separación de poderes), pero no hay que olvidar que la República en Irán es
Islámica, es decir no es una República cualquiera, sino una República que tiene
como objetivo, plasmar el modelo islámico de vida, elegida por un pueblo que en
su mayoría creyó y cree que el Islam es la garantía de poder tener realmente un
sistema republicano y no una oligarquía encubierta con cáscara vacía de
república. Los pueblos latinoamericanos se han dado cuenta que para las
llamadas repúblicas no sean entes vacíos de contenido donde quedan reducidos a
meros espectadores de cómo les roban sistemáticamente sus derechos, deben
fortalecer al Estado contra los intereses monopólicos y multinacionales
concentrados. Por supuesto, lograrán los resultados declamados a condición de
que destierren la corrupción y no anulen totalmente la iniciativa privada, sino
sepan lograr un sano equilibrio. Los pueblos elijen su maneras de llevar
adelante esta lucha por la obtención de sus derechos, en Irán, el pueblo persa
ha elegido la forma que cree más apropiada, que es la islámica y no le ha ido
tan mal. Hoy, al decir de todos, enemigos y amigos, Irán es una potencia
regional y se da el lujo de tener una presencia en Latinoamérica que ha puesto
nervioso a Estados Unidos que reaccionó como si fuera el dueño del continente,
sancionando una ley que pretende prohibir la presencia de Irán en la región.
Poco le importa que esta presencia se dé con el beneplácito de los gobiernos
democráticos y populares de esta región, sin presencia militar iraní de por
medio, como es la que despliega Estados Unidos por todo el globo, lo que indica
que mucho poder de convencimiento popular no tiene.
En
Irán el pueblo es musulmán y en su mayoría -muy que le pese a Estados Unidos y
al club de los ricos del planeta-, conforman su vida de acuerdo a su modo de
ver el mundo que, obviamente, no tiene por qué ser Occidental. Cuando la
mayoría quiera otra cosa, cuando la gente baje su participación en los
comicios, será momento de ver qué quieren en cambio, pero, las estadísticas y
la sensación térmica social y política muestra que la República Islámica
tiene sostén popular suficiente como para soportar toda la presión del
sistema imperialista mundial sobre sus hombros y hacerle frente, con todo lo
que eso implica.
Pero
volvamos a lo que está pasando en estos días en Irán. Dos pesos pesados, uno,
el ex presidente, Rafsanyani y el otro, el delfín del presidente actual, Ahmady
Neyad, llamado Mashai, acaban de quedar fuera de juego en la carrera electoral
por decisión del Consejo Guardián que consideró que no tenían las condiciones
necesarias para ocupar el cargo de la presidencia de la República Islámica.
En el caso de Isfandiar Mashaí, era algo muy previsible, como también era y es
evidente la pérdida de popularidad que tuvo, en su momento, Ahmady Neyad. El
tema Mashaí le costó a Ahmady Neyad varios choques con la conducción religiosa
y el liderazgo de Ayatullah Jamenei. Sin embargo, su insistencia en lanzar como
“su” candidato a esta persona, no hizo más que acelerar su caída a los ojos del
pueblo que en su momento le dio su confianza por encarnar la vuelta de los
valores revolucionarios, después de ocho años de influencia liberal bajo la
presidencia del seied Jatami. Esa revalorización de los valores revolucionarios
por parte de Ahmady Neyad, sumados a la armonía con el líder -cuya conducción
con el apoyo de las masas populares son las mejores defensas del sistema de la República Islámica
ante los embates imperiales-, su incansable despliegue, su sencilléz de vida y
su firme postura contra los poderes arrogantes, lo llevaron a la cima de su
popularidad. Los detractores de Ahmady Neyad sostienen que fue justamente su
apoyo incondicional a Mashaí -quien postula valores contrarios a los islámicos
revolucionarios, como acentuar el carácter iraní de la revolución más que su
carácter islámico, la confrontación en ocasiones con el sector de los sabios
religiosos y algunos manejos turbios de la economía-, lo que le fue restando a
aquél, el apoyo del líder y de las masas. Otro factor que le restó popularidad
en los últimos tiempos fue el de los altos índices de inflación. El gobierno de
Ahmady Neyad venía en caída libre desde hace un año, cuando tuvo un choque duro
con el líder por su postura con respecto a Mashai, y luego por los estragos de la
inflación, que por más que en parte se deba a la dureza del embargo y el boicot
al que lo somete Estados Unidos, una buena parte de los mismos se la endilgan a
su particular manejo de la economía del país. El boicot no ha paralizado como
pretendieron sus mentores a la República Islámica , más bien la ha “vacunado”-
como dice el líder-, para no depender tanto de las ventas petroleras. El país
no para de crecer, desarrollarse y expandirse pero, la inflación es superior al
30% anual lo que obviamente afecta a las clases más bajas, otrora principal
sostén de Ahmady Neyad.
Sin
duda, la nota, fue la inhibición por parte del Consejo Guardián al ex
presidente y durante muchos años, hombre fuerte de Irán, Ayatullah Hashemi
Rafsanyani. Para el Consejo Guardián, Rafsanyani, no cumplía -con sus setenta y
nueve años-, los requisitos para ocupar el puesto de presidente de la República Islámica.
Las cuestiones físicas, probablemente, no fueron el único impedimento que
vieron en el mencionado Consejo, sino su postura a favor de los reformistas
aliados a las potencias extranjeras en los incidentes de cuatro años antes
cuando las protestas ante la derrota electoral produjeron serios
enfrentamientos y muertos. Fue aquél el momento de máxima tensión entre el
Ayatullah Rafsanyani y el líder máximo, Ayatullah Jamenei. Los reformistas
decían que les habían robado sus votos. Once millones fue la diferencia que le
sacó Ahmady Neyad a su rival reformista, Mir Huseini Musawi. Lo cierto es que
las elecciones las ganó limpiamente Ahmady Neyad y en Irán -ni en ningún país
revolucionario y anti imperialista-, nadie se roba once millones de votos sin
que todo el país se prenda fuego y no solo, como ocurrió, en los barrios ricos
del norte de Teherán. El tema del no reconocimiento de la derrota electoral fue
un arma política desleal, utilizada premeditadamente con apoyo de las potencias
y sus embajadas en las zonas residenciales de Teherán. Pero el líder, las
fuerzas populares y el pueblo tiraron un balde de agua sobre esas pequeñas
llamas e Irán volvió a la calma por otros cuatro años, hasta ahora, con estas
nuevas elecciones. En esos momentos, Rafsanyani se expresó en favor de los
reformistas y sus manifestaciones, a pesar de los llamados del líder a respetar
los canales legales para supervisar las urnas. Al rehusar Musawi a presentarse
a la apertura del diez por ciento de las urnas sorteadas al azar en presencia
de todos los candidatos, dejó al descubierto que su postura no era reformista
del sistema de la
República Islámica sino contraria a éste. Esa actitud le
valió que un veinte por ciento de quienes, de buena fe, creyeron su prédica
reformista lo dejasen y ya no acudiesen a sus manifestaciones callejeras, a la
que siguieron acudiendo la minoría de contrarios a la revolución que dejaron ver
su abierta oposición al sistema en general. Lo que sucede hoy en Venezuela,
parece una versión desgastada de lo que se puso en práctica hace cuatro años en
Irán.
La
mala performance final de Ahmady Neyad y la galopante inflación dieron un poco
de oxígeno nuevamente a Rafsanyani, el gran derrotado (detrás de Musawi), por
parte de Ahmady Neyad hace cuatro años. Pero es un oxígeno que, difícilmente,
le hubiese bastado para ganar estas elecciones. El pueblo de Irán preferirá,
seguramente, buscar en nuevas alternativas superadoras fuera del contraste
entre Ahmady Neyad y los reformistas que han gobernado Irán en los últimos
dieciséis años.
Los
opositores al sistema de la República Islámica , dicen hoy, que la acción del
Consejo Guardián, muestra lo poco que tiene este sistema de republicano y
democrático. Pero Irán no pretende ser una república, para eso ya están las que
están. Lo que siempre pretendió ser es una República Islámica. Para eso pensó
en la presencia del Consejo Guardián, en el liderazgo del sabio y experto
jurista islámico y en la
Asamblea de Expertos (sabios y juristas religiosos), que
elige el pueblo y que a su vez, eligen o deponen al líder. Lo cierto es que,
como ya dijimos antes, no le ha ido tan mal. Con este sistema, pasó de ser un
siervo de Europa primero y Norteamérica después, donde sus cargos máximos,
¡hasta el mismo rey!, eran elegidos por las embajadas de estos países- y
no filtrados por un Consejo Guardián cuya raíz se remonta, directo o
indirectamente –al igual que el resto de la estructura de poder de la República Islámica-,
al apoyo y elección popular.
Los
opositores dicen que con esta acción descalificadora de importantes candidatos
potenciales como Rafsanyani y Mashai, las elecciones tendrán un bajo grado de
participación popular, lejos del 85 por ciento de cuatro años atrás, como marca
irrefutable del descontento popular. Es lo que vienen diciendo desde el triunfo
de la revolución y lo que viene desmintiendo en la acción, el pueblo de Irán
cada año ante cada elección o en su participación masiva en el frente de guerra
para defenderse de la agresión imperialista. Esta última, le impuso una guerra
de ocho años, impulsada por el gendarme imperial, Saddam Husein con todo el
apoyo armamentístico, incluyendo armas químicas, y petrodólares de las
monarquías. Hoy esos petrodólares, como el resto del apoyo imperial, se dirigen
contra Siria, su pueblo y su gobierno. Después de dos años, no les está yendo
bien tampoco en Siria.
En
estas elecciones, seguramente, con la ayuda de Dios, la participación popular
será masiva, como un nuevo referéndum a la República Islámica
que no es meramente republicana, pero cuyo componente islámico está sostenido
por la voluntad del pueblo. La voluntad y la independencia del pueblo es lo que
genera la iranofobia en el aparato mediático, político, económico y militar
imperial. Que esta República Islámica siga creciendo, a pesar y contra todo el
aparato imperial de tinte sionista, es por lo que tiene de islámica, es decir,
en definitiva, el sustento y favor de Dios Altísimo. Es aquí donde hay que
encontrar la respuesta a un fenómeno que no escapa a nadie en el mundo: Irán,
desde el triunfo de esta bendita revolución, está en el centro del cuadrilátero
mundial, por decirlo en términos boxísticos y es el imperio quien retrocede
paso a paso contra las cuerdas. Que un país del tercer mundo, bajo la tiranía
de un rey puesto a dedo por la CIA ,
pase a convertirse en una potencia regional, pese a todas las intrigas
imperiales, es muestra de algo más potente que las meras fuerzas materiales.
Que la república Islámica, al contrario de cualquier dictadura, no haya atacado
a nadie, sino que ayuda a los pueblos en sus luchas anti imperialistas, como al
pueblo palestino y que persista en ello, con todo lo que eso implica, que
establezca buenas relaciones con los países populares y más democráticos de
Latinoamérica, y muchos otros logros más, son una muestra de que el mote
de dictadura teocrática con la que pretenden mancillarla es una muletilla
propagandística imperial más que una realidad que afecte la marcha de la República Islámica.
De
los ocho candidatos, ¿quién será el presidente? lo veremos. En la próxima
entrega, Dios mediante, me dedicaré a ese tema. En las elecciones pasadas le
gané una cena que nunca la cobré porque no juego por dinero, a un analista
político argentino, dedicado a Irán, quien gusta de venir a Irán en tiempos
electorales. Hace cuatro años me apostó una cena que ganaba Musawi quien
desplegó en un primer momento una propaganda y campaña impresionante, con una
inversión de dinero sospechosamente enorme, y yo le dije que ganaba Ahmady
Neyad, por su apoyo popular. Terminó reconociéndome la derrota de Musawi más
allá de los reclamos de fraude del perdedor. Le dije que la cena no la quería
pero sí, en cambio, un lugar en los claustros académicos que él frecuentaba
para analizar estos temas. (Entre paréntesis, que haya analistas argentinos
expertos en Irán, iranólogos, es otra muestra del increíble ascenso de la República Islámica
a nivel mundial).